domingo, 8 de abril de 2012

Bitacora

Hace unas noches volvimos a Bitácora, la casa de barro en La Ballena.
Casi diez años pasaron desde la última vez que estuvimos con C. y  R. ¡Diez años! Ya no recuerdo como dejamos de vernos. Pero fue un buen reencuentro. Cálido, abrigado por esa casa-cueva hecha en delicado equilibrio con las entrañas de la tierra. Sus interioridades siena, ocre, marrón, grises blanquecinos, calamocha, se te echan encima en cuanto entras.Te atraen, te conectan con la madre tierra, chozna de todos lo seres, humilde y terca sostenedora de la vida. Origen y final de todo.

Si por casualidad se te había olvidado en alguna vuelta del camino, allí está la casa en La Ballena para recordártelo de la mejor manera. Porque es un homenaje a la vida, a la evolución, al apego. Tiene la cualidad de todas las casas: se mantiene con encanto discreto; es independiente de quien la habita, inaccesible, y no te deja olvidar de dónde venimos y el cierto futuro hacia el que vamos.

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