sábado, 27 de agosto de 2011

Partidas






Me levanté más temprano que de costumbre. Bastante más temprano. Como una figura troquelada me despegué del aire del cuarto y entré al frío ajeno e irreconciliable del baño en la madrugada; a su olor desacostumbrado; al masaje caliente de la ducha; al perfume cremoso de la pastilla blanquísima de jabón; al toallón también blanco, ya no tan suave al tacto, pero siempre con vestigios de sol. Me vestí y tendí la cama.

No hubo aromas de cocina, porque no tuve tiempo para desayunar. Sólo el imprescindible ritual del mate quedó en pie. Lo coloqué dentro de la matera, en su mundo de yerba, hasta poderlo compartir.

Salí a la noche húmeda, por la despensa. El bóxer apenas se removió; la gruesa cadena no alcanzó a frotarse contra la vereda; el olor de las heces suspendido a ras de tierra, ascendió con mis pasos, desfigurado entre hojas pisoteadas, pasto mojado y restos de comida de su estercolero propio. Levanté la cabeza. Ahí arriba, el aire oscuro aún no despuntaba el sabor del amanecer. Subí a la inhóspita camioneta que bufó al calentar el motor. Partí dejando atrás la casa aún dormida.

Entre dos luces, el auto corría carreras con la aurora y sus telones bajos y grises. El campo comenzaba a desperezarse nublado, como mi corazón. ¿Cuántas despedidas podemos soportar a lo largo de la vida? ¿Habrá medida? Bajé la ventanilla. El camino desprendía fragancias que sólo a esas horas alcanzan profundidad y volumen. Ensanché los pulmones intentando captarlas. Luego las perdí. Suspiré. Coloqué a Beethoven. Siempre me da fuerzas; me recuerda a mi padre. Su ausencia es, paradójicamente, una fuerte presencia en la que me protejo. Sonreí.

Hice un alto para recoger a Juan de una de sus múltiples despedidas. Con él, subió el calor de su alegre humanidad envuelta en una nube de tabaco. Después, ya en la casa, cargó las valijas, la mochila, la laptop. Se puso la celeste que le regalamos entre todos por su cumple hace unos escasos días -estaba decidido viajar con ella como atuendo imprescindible- le dio muchos besos a su adormilada abuela y salimos hacia la rambla.

Algunas gaviotas tempraneras planeaban como cometas durmientes en el aire salado. El cielo decidió romperse para hacer nacer un día de tonos rosa, alabastro y marfil. La resaca que llegaba del mar en olas revueltas, contrariaba esa estética e imponía su áspera música. Presente y futuro iban enlazados en nuestra mateada conversación. Al torcer en dirección al aeropuerto, la avenida y los viejos eucaliptus nos rindieron un oscuro homenaje en ese trayecto hacia el adiós.

Subimos por el párpado de concreto hacia las Partidas, en lo alto del gran ojo. Cruzamos las puertas obedientes que se abrieron soplando suave. Dejamos atrás el frío gris celeste y penetramos al espacio de acero, eficaz, aséptico, posmoderno. En los mostradores que correspondían al vuelo, la gente silenciosa hacía cola. Parecían no haberse escabullido aún del sueño. Hice el aguante mientras fue a reforzar con nylon las valijas, que retornaron transformadas en dos enormes y crujientes bombones de celofán verdoso. No hubo tropiezos a pesar de los kilos de más: las estrellas estaban alineadas.

En lo que fui a dar una vuelta por el baño, salió fuera. Al regresar lo vi a través de los vidrios fumando su último cigarrillo en tierras orientales. Lo observé hacer tres llamadas finales. A cada uno de sus hermanos. Reavivaba el amor y desafiaba la nostalgia. Juan se iba. Regresaba a México.

De pronto, por los altoparlantes, avisaron que los pasajeros con destino final México, no podrían abordar. Problemas higiénicos –así dijeron. Nos miramos casi divertidos. No era posible. Creímos haber escuchado mal. Nos acercamos buscando algún tipo de explicación que nos confirmara el error.

–Perdón señorita, ¿sucede algo?

–Declararon al DF en cuarentena. Y a todos sus aeropuertos: sobre el Pacífico, en el centro y también los del Atlántico, nos contestó muy segura una de las dos azafatas.

–¿Cuarentena? ¿Qué clase de cuarentena, por favor?

–Cuarentena infecciosa por Rabia .

–¡¡¡¿QUÉ?!!!

–La gente se volvió loca y se ha generado un atascamiento total en todas las vías de traslado. Carreteras terrestres, aéreas, vías fluviales, trenes, subterráneos, camiones, taxis, autos, peseras, calles y avenidas, plazas, shoppings… Hasta en tianguis y mercados. Todo el país es un gran caos.

–¿Cuándo sucedió?

–Hace unos minutos. Nos llegó la noticia e inmediatamente se la trasladamos. Lamentablemente no podemos dar más información.

Mientras lo decían, las muchachas se hacían cada vez más pequeñas, intentado no estar allí donde las había puesto el destino.

–¿Qué pasará con los pasajes? ¿Los cambiarán? ¿Quién nos irá informando?... ¡Pinches empleadas! masculló Juan y se las quedó mirando desencantado.

Las dos mujeres, enmudecidas, pedían misericordia con los ojos. Yo observaba la escena como si no estuviera involucrada, como si esperara algo.

–¡Hay que estar jodido!, dijo más sereno y me miró. Giró nuevamente hacia ellas y preguntó:

--¿Y se sabe cuándo arriaran la bandera pirata?

Por el tono irónico y casi juguetón de la pregunta advertí que había comenzado a rebobinar el hilo de la partida. Lo vi hacer un ovillo tenso y perfecto y guardarlo en algún lugar de su ser.

–Vamos madre, me dijo tomándome de los hombros. Nos han regalado un poco más de tiempo.

Cargó con los brillantes envoltorios y abandoné el aeropuerto acompañada.

5 comentarios:

  1. Linda historia Ana, las estrellas se alinearon para que estuvieras un tiempito más acompañada por tu hijo el viajero...Besos.

    ResponderEliminar
  2. Precioso el hilván del relato.
    El motivo elegido por la narradora para la suspensión del vuelo me arrancó una sonrisa: rabia!

    Espero el próximo, que sea prontito! "Oh, oooooó", pidiendo bises como al final de un recital.

    ResponderEliminar
  3. Gracias queridas por darse la vueltita y estampar
    su sentir. Saben las dos lo apreciado que es esto para quien escribe.
    Abrazossss

    ResponderEliminar
  4. Y ahora si... Que lindo imaginarlo quedandose, trayendo sus pedazos de mexico, y poder ser así jijiji

    ResponderEliminar